Cuentos de ceniza

Puedo contar la historia de un ser que jamás existió, pero del que sé, poseía un deseo. Tanto era su anhelo por cumplirlo que vagaba cada noche por mis sueños llenándolos también de su deseo. Mi corazón era el único punto en su brújula sin dirección. "Ser más que sólo un pensamiento", solía decir como si le contase a alguien de su intención, me gusta creer que lo decía para mí.

Lo observaba desde mi pedestal de diosa, me fascinaba de su naturaleza inquieta y ansiosa por devorar mi corazón, lo único que aún vivía en esas tierras de ceniza. Cuando la curiosidad ganaba a mi cordura me disfrazaba de pétalos marchitos que pretendían vivir de nuevo en los brazos del viento y bailaba a su lado mientras él fingía no percatarse de mi presencia, la única que había.

De vez en cuando paraba a pintar murales en los límites de mi razón, pintaba de incoherencia sus paredes, escribía en siluetas todo aquello que era fuera de esos muros, poesía que moría cuando volvía a emprender su viaje.

Sediento de una garganta seca, hambriento de un estómago vacío, deseoso de escribir versos sin destinatario, toda desdicha sería bella para él que sólo podía contener en sí un deseo. Quería vivir... Ser eterno en el recuerdo.

Podría ponerle un nombre a ese ser pero entonces se iría de mí a otros sueños que no lo aten a su presente ausente dejándome de nuevo sola en un mundo en el que sólo yo existo y en el que él jamás será real.