Carta a un fantasma

¿Sabes? Ya llevaba algunas semanas en que te pensaba y procesaba, llegando a la posibilidad de que aquel al que recibía sólo llevaba el mismo seudónimo que tú y se vestía de ti para permitirme todas las charlas, vivencias y sentimientos negados a nosotros por mi insistente preocupación en esos problemas gaseosos, intangibles. Míos.

No me visitabas a diario, había que atender a mi abandonada y reclamante vida que dejé al abrazarme a tu ausencia, tenía que curarme. Quería curarme. Te miento, era a diario sólo que hay días que no me gusta recordar, por lo tanto no recuerdo el recuerdo.

A lo que más le daba vuelta fue a nuestras despedidas siempre frustradas por la huida, el no deseo o la "absoluta" ausencia. Ese beso que "no decía adiós sino un hasta luego", siendo realmente el final donde sabía que de no tomarlo en ese instante viviría en el "hubiera", cayendo en una maraña de cuestiones que habrían atrapado y envuelto mi tiempo y supuesta salud mental en ese círculo de "no definitivo adiós", cuando bien sabíamos que sólo fue dicho por la ilusión de que hubiese funcionado, de que realmente nos hubiésemos amado. Si realmente me hubieses amado...

Uno hace muchas cosas por la simple (pero profunda) ilusión de crear realidades, de que las cosas sean como nos gustaría, incluso anhelamos nuestra personalidad amoldada a esas realidades de papel, o en nuestro caso, de código binario. He de decirte que el ser humano será siempre un gran tumulto de insatisfacciones. O por lo menos yo, en mi considerada (por mí, claro está) humanidad, hay algo en todo momento que hace falta por comenzar, seguir o (hablando de nuestro cuadro) concluir.

Hicimos, deshicimos, y no fuimos.

Entre tanto (o nada) aquí estoy, viviendo una realidad a la que aún perteneces, mientras que, en ese lugar donde sí existes, más allá de las profundidades alcanzadas por mis pies, lejos de todo mi mundo, está tu realidad, donde soy más que nada pero mucho menos que recuerdo. Ahí donde soy sorda a mi lógica que grita sentimientos que jamás tocarán nuestro cuento.

Admito que tus ausentes letras noquearon mi sentido común, cosa que agradezco de hecho, ahora entiendo un poco más cómo es eso de ser joven, esa adolescencia en que los procesos son la base de la acción misma, lo adictivamente placentero del clímax y de lo sencillo que resulta posponer los desenlaces, que comúnmente son todo menos placer, para mucho después. Por fin comprendo un adiós "no definitivo". Vivo tu mayor vicio siempre contradictorio por esa insatisfacción mía. ¡Qué irónico!

Sin embargo, hoy no escribo por nosotros, a decir verdad te escribo porque sé que vives lo que es ser sólo la brisa que acompaña su verano en tu playa, sabiendo que sólo serás de su agrado lo que tarde en llegar el otoño cuando entonces necesite un abrigo y el calor de un café le dé el bien que dejarás de ser. Lo que es saberse de un amor cronometrado y de una pasión innegable y sencillamente alcanzable. Vivir lo que no es donde cada mañana se respira el aroma de su ausencia, bailas con el dibujo de su silueta, besas un fantasma y delineas el tatuaje que dejó su cuerpo en el tuyo.

Sentir que tu voz sólo existe para decirle todo lo maravilloso de su existencia, ese festín de sensaciones del que te llenas cada día hasta explotar, tus pies que sólo conocen el camino hacia ella, tus manos que no hacen más que pintar un mundo sólo para ambos, tu corazón que late al ritmo de su respiración, tus ojos siempre sedientos de ella, tu mente... Tu mente que no acepta otra realidad que no sea la de ser a su lado.

Hoy ese cuadro a medio pintar, ese beso interminable, ese cuento con finales inconclusos, esa cosa menos que recuerdo... Te comprende.